sábado, 31 de marzo de 2012

Defender los derechos es deber de todos

Como veis me toca retomar el blog, terminarlo más bien. He de continuarlo porque lo que llevaba hasta ahora era insuficiente para poder aprobar la asignatura. Por mi parte el fracaso que ha supuesto sus penderla la asignatura no ha sido muy grande, porque era de esperar, yo mismo era consciente de que no tenía nada de constancia y continuidad para publicar entradas. No he sabido utilizar bien la libertad que se nos daba para ir entregando el blog: sabíamos que empezábamos cuando quisiéramos y lo dejaríamos cuando creyéramos que sería suficiente; en ese proceso también sabíamos que necesitábamos tener una orientación de la profesora en nuestra primera entrada para que nos pusiera una primera nota de la que partir para continuar nuestro blog.

Como digo sabiendo esas condiciones que sería necesarias para tener aprobada Didáctica hice una primera entrada, conocí una valoración de la profesora y me relajé. Tenía ideas para algunos temas y EPDs que tratábamos, incluso me leí la primera lectura obligatoria y casi conseguí entenderla, pero me mató el no tener un mecanismo de control sobre el blog a excepción de la sensación propia de que el cuatrimestre acababa y las veces en que Almudena nos recordaba que el tiempo se agotaba para terminar el blog. Esa responsabilidad de que fuera yo el que decidiera cuando hacer revisión de las clases de Didáctica y cuando escribir de ello no la manifesté como yo esperaba en un principio. Pero sí que la manifesté, porque ser responsable es ser consciente de lo que uno hace dándose cuenta de que las decisiones que toma las hace por cuenta propia y no se sirve de excusas que le rebajen su culpa (porque cuando es mérito de lo que nos rebajamos es muestra de humildad y eso no te quita conciencia de tu acción exactamente).

Esta responsabilidad ética de la que hablo no tiene nada que ver con la responsabilidad profesional de un educador social, eso es otra cosa. La responsabilidad profesional en este trabajo no es sólo ser consciente de que hay personas que dependen de ti, ni tampoco es solo es hacerse cargo  de un grupo procurando no sobrepasar unos límites que están dentro del conocimiento de toda persona, porque si no entraríamos en el libre albedrío profesional. Por esto esta responsabilidad está regulada por el código deontológico del educador social a modo de normas que establecen deberes y mínimos a seguir, por supuesto, como todos suponemos en cada ámbito de trabajo encontraremos otras responsabilidades específicas. Volviendo al principio de este párrafo y cayendo en lo que puede considerarse una obviedad, sabemos que no es la misma responsabilidad (la laboral nuestra que la de un estudiante) porque lo nuestro es un trabajo en el que si nos colocamos más concretamente en el ámbito de la intervención estamos con personas que confían en nosotros para poder tener un sitio en la sociedad y hacer una vida ‘normal’ (palabra odiada por los antropólogos) en ella y utilizar mal esa confianza, ser negligentes, o cometer ciertos errores pone en entre dicho no sólo nuestra profesionalidad, sino la dignidad del que necesita esa intervención. Creo que esta puede ser una de las claves del fracaso de los educadores en general, los decentes no le dan la seriedad que requiere  a su propia actividad. La mayoría sabemos la relación que tiene todo médico con el juramento hipocrático, éste es un código ético que le hace adquirir la responsabilidad de su trabajo al médico, en cuanto al profesorado, en la mayor parte de los casos no se da cuenta de que el discente es otro paciente en sus manos, que será ejemplo y/o modelo del discente en muchos casos (quiera o no) y tiene el deber de cuidarle y recetarle lo mejor para su dolencia o enfermedad (salvando las grandes distancias). Este ejemplo de la docencia y la medicina también lo pone en varias ocasiones el didacta nombrado en otras ocasiones en este espacio Gimeno Sacristán. Si seguimos insistiendo en el discurso de este señor, donde defiende la necesidad de la vocación para el educador, nos aporta cosas como que el educador es intermediario de un derecho universal: la educación, por esto debe mostrar su esfuerzo porque la educación llegue al alumnado.  Analizando esta afirmación suya e invirtiendo los roles ahora, un médico es intermediario de derechos también, concretamente dos: el de la sanidad y el de la vida, ambos incuestionables por muchas vueltas que quiera darle y contradictor de turno. Por lo tanto si un educador independientemente de sus creencias e ideologías debe garantizar que la educación llegue a los que deben recibirla, un médico (entiéndase si se quiere más ampliamente a cualquier otro profesional que se dedique a trabajar en el ámbito sanitario con personas) independientemente debe garantizar por todos sus medios curar a una persona y cuidar la vida tanto como esté en sus manos. Un docente por sus ideología podría educar de una manera u otra, incluso los contenidos podrán cambiar o verse modificados respecto a otro docente, pero educar tiene que hacerlo, lo mismo ocurre nuevamente con un médico, indistintamente de la ideología debe sanar, curar y salvar vidas, nunca hacer apología de lo contrario (aunque el médico después en su casa fume o se drogue, perjudicando su salud) ni mucho menos practicar lo contrario. Por supuesto el educador debe defender el derecho a la sanidad y a la vida, el médico el derecho universal a la educación. Imaginaos si no un profesor que defienda una educación de calidad, pero que esté en contra del derecho a una vivienda digna, no sería compatible que este profesor intentará transmitir a los discentes que están bajo su responsabilidad una serie de conocimientos acompañados de esa disconformidad con un derecho universal de toda persona. Tampoco un profesor o educador en su labor podría promover el rechazo a salvar la vida de un persona inocente (sin voz ni capacidad de elegir), por muy defensor fervoroso de estas medidas antivida y antihumanas que se caen por su propio peso.

Sí me refiero al aborto nuevamente, se me veía venir, ¿verdad? Los que me conocéis o leéis un poco os esperarías algo así. Porque al igual que el paradigma positivista está más que anticuado en la educación social para muchos casos y en la enseñanza formal poco a poco cada vez más también, también está también anticuado el argumento del derecho a elegir. Todos sabemos que el sector de la sociedad que defiende con mayor fuerza el no abortar, o mejor dicho ataca con más fuerza al aborto es la Iglesia Católica, basándose en su doctrina y en la ética cristiana. Pero no es necesario irse a la Biblia para encontrar que el aborto es malo o inmoral. Poniendo un poco de sentido común, mirando por nuestros conciudadanos y con una postura abierta y flexible podemos llegar a cualquier razonamiento que desemboque en las múltiples facetas negativas del aborto. Si alguien está interesado en este tema le recomiendo un libro que encontré el otro día en la biblioteca de nuestra universidad en la sección de filosofía, se llama “El aborto: implicaciones políticas” de Michel Schooyans, y es de lo mejorcito que he leído con respecto a este tema que sigue siendo uno de los debates más sonados hoy día y que aun no se ha superado. Curiosamente, éste es uno de los pocos temas de los cuales no se ha debatido, ni apenas hablado en ninguna de las doce asignaturas en las que estoy matriculado este curso, y de pocos debates no nos podremos quejar precisamente. Recuerdo que en alguna clase sí que se habló algo del comentario de Gallardón en el día internacional de la mujer, decía que la mujer era víctima de la violencia estructural, referido al tema del aborto. Rápidamente sí que hubo comentarios tachándolo de demagogo por utilizar una terminología más de izquierda para un tema considerado más conservador como el defender la maternidad y con el plus de meter a la mujer de por medio. Si en esta carrera se promueve que desechemos los estereotipos y prejuicios no estamos yendo contra eso si defendemos que un político de derechas no puede utilizar así un concepto primitivamente de izquierdas. En esta ocasión no se generó debate por el hecho de que “no nos vamos a poner a debatir sobre el aborto”, pero si consideráramos el aborto como algo negativo, la afirmación de Gallardón sería más respaldada, como sería utilizar el concepto violencia estructural para la pobreza, racismo, marginación o explotación obrera.

Al leer el título de este libro me esperaba un libro enter que defendiera el derecho a decidir en caso de embarazo, pero encontré en sus páginas argumentos y explicaciones muy interesantes, para defender la vida que apelan a todo tipo de lector.

Ojeando los dos párrafos anteriores al que nos encontramos ahora, me he dado cuenta de que  a lo mejor me he desviado un poco del tema y me he ido un poco por la ramas. Mi intención era exponer la idea, al hilo de los argumentos de Sacristán, de que en dos perfiles tan imprescindibles y cargados de responsabilidad en una sociedad es sumamente necesario concienciarlos de que no hay argumento posible para defender ‘el derecho a decidir’ en este caso.

Terminaré con dos fragmentos del libro que he mencionado antes, el primero es de la contraportada del libro:
“Liberalizar el aborto supone conculcar la regla de oro de la moral universal: -No hagas al otro lo que no quieras que te hagan a ti.- […] El aborto no es una necesidad, sino una imposición; no es una solución, sino un fracaso. Su adecuada prevención exige al Estado y a los ciudadanos un programa educativo y de promoción, del niño, de la mujer y de la familia”.

El segundo se encuentra en una de las páginas del libro:

“Lo que dijo un teólogo de la liberación, Lacordaire: -Sépanlo, pues, los que lo ignoren, sépanlo los enemigos de Dios y del género humano, como quiera que se llamen, que entre el fuerte y el débil, entre el rico y el pobre, entre el amo y el sirviente, es la libertad la que oprime y la ley la que libera-.”

PD: me disculpo si el tono sentencioso que he utilizado en algunas explicaciones ha ofendido al lector, pero a veces hay que afirmar con seguridad e irse a analogías del extremo contrario para entrar en razón.